lunes, 30 de septiembre de 2013

Los estructuralistas


Los estructuralistas llevaron la búsqueda de los formalistas al extremo. Estos últimos buscaban una ciencia de la literatura, alejada de los social y lo contingente, de los valores subjetivos del crítico, también los estructuralistas, sólo que estos lograron su objetivo de manera más convincente.

Los estructuralistas eliminan, en primera instancia, la figura del Autor, y esa es una primera gran aportación. El Autor como prinicipio y fin del sentido, como demiurgo creador de la experiencia estética y de su interpretación. Para ellos, en específico Barthes, esta figura es medieval y romántica, caduca.

En lugar del Autor, tenemos al lenguaje. Y en esto siguen, claro está, a Saussurre y la diferencia de la lingüística sincrónica y la diacrónica. Lo diacrónico es contingente, azaroso, irrelevante. La literatura es lenguaje, lenguaje actuando de manera sistemática (estructural) sobre los individuos. Los individuos, por tanto, como pacientes del lenguaje agente.

Este salto es radical y es el que les permitirá fundamentar una teoría en base a las estructuras (del lenguaje, del pensamiento, de la significación) que rigen lo literario, cultural, social. Son las estructuras lo importante, no quien las aplica. De la misma manera que el lenguaje es una estructura que no pueden cambiar radicalmente los hablantes, sólo adaptar, así la literatura es una estructura que trasciende su momento.

Este segundo avance, la escritura como un proceso comunitario, global, histórico, dará como resultado la intertextualidad. Es decir, el estudio de las relaciones de los textos más allá de quién o quiénes los escribieron. Los textos como entes independientes, entidades del lenguaje. Un ejemplo parecido, en el campo de la mitología, es el de Levi-Strauss. Más allá de las tribus o grupos étnicos, afirma Levi-Strauss que existen patrones de mitos que se van repitiendo en el tiempo y en diferentes espacios. Son estos patrones los que nos permiten intuir la estructura, de igual manera que, en el caso de Freud, son los síntomas los que nos permiten intuir el inconsciente.

Una tercera gran aportación del estructuralismo es, finalmente, errradicar el significado único, contenido de un texto. Algo que intentaron hacer los formalistas pero de manera menos convincente.

 Si un texto es un conjunto de textos precedentes actuando sobre leyes predeterminadas, entonces no hay un significado único, fijo. Se trata, en dado caso, de patrones que podemos describir, si somos críticos, y, si somos lectores, aportar un significado contingente, es decir temporal. Los lectores se ubican en el eje de la lingüística diacrónica, adatando y entendiendo el lenguaje o la literatura en su uso social. Los crítcos en el eje de la lingüística sincrónica, obteniendo leyes que unan las partes del lenguaje, pero leyes negativas, es decir, que no guardan ninguna relación con lo real, son sólo leyes relacionales: A es A porque No es B.






 La idea de trascendencia, de significado, de razón se ve de esta manera truncada por una ciencia que no lo es porque sólo alcanza el nivel descriptivo y una práctica, la literaria, que adquiere significado en la lectura de cada individuo.
        

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